Opiniones.

Pedro Lemebel

Y de tiempo en tiempo y de sol en sol, aparece Adolfo Torres Frías rodando con su arte plástico y apetitoso la esquiva latitud del corazón.
Este trovador errante , hilvana , pinta, graba, condimenta y modela sabores, religiones y colores como si reinventara el post paraíso en la fatalidad globalizada de estos tiempos.
Digo de cuando en cuando , de vez en vez , porque este creador aparece de pronto traficando los olores y excedencias mestizadas de su fragmentación , americana pirata, sagrada, profana y callejera por ahí camuflado de rasta rocoto, hippie ajo rapero zapallo y bandolero sentimental, hace su aparición en los mercados de las urbes para proyectar sus altares, sus vírgenes indias, sus ollas comunes, su repartija de sencillos manjares en la yaga cruel del mendigo hombre y del hambre hembra, el arte de Adolfo Torres Frías, se traviste de mercado verdulero para encarar lainjusticia del mercado capital. Su arte se produce, se come y se consume en la repartija generosa de su colorida calamidad.

Andrea Noferini

/ Qdart_staff

Pensar global, actuar local. Desde hace unos años tal tema ha entrado en un lenguaje común como respuesta y antídoto a las contradicciones de la globalización . Hay palabras que redundan este dicho, me gusta mas reducirlo a un simple pensar , actuar, el arte de Adolfo Torres se acerca mucho a lo que sintetiza este lema. Es un arte redondo y profundo que se concretiza por pura actuación. Es un arte que se queda vivo, sea en los trabajos más propiamente plásticos, que en las actuaciones de nuestro cocinero-artista visual. La olla común , en particular, expresa perfectamente tal concepción de un arte vivo en dos direcciones. Es un arte vivo por que los materiales son los ingredientes mismos de la naturaleza, y es un arte vivo por que se dirige a los seres humanos , últimos y verdaderos beneficiados de la obra de Adolfo Torres. América latina es una olla común, Chile es una olla común Barcelona es una olla común. Una única y grande olla hecha por parte de todos , y lastimadamente, no siempre al alcance de todos. No hay mucho que hacer dicen unos, otros, al revés luchan para cambiar unas cosas. El arte recubre múltiples funciones, creemos si permite de pensar, ya ha obtenido un gran éxito. Por eso hemos invitado a Adolfo Torres a Questio´d Art bienvenido a a Questio´d Art ,querido Adolfo.

Jennifer Salvo Cofman

/ Agregada de Cultura y Prensa/ Embajada de Chile en Perú

El arte tiene un rol fundamental en el desarrollo de las sociedades y es el trazar con símbolos el mapa de nuestra identidad. En esta exposición, las ollas comunes se muestran como la estética de la necesidad y la solidaridad de los seres humanos. Y en el recorrido geográfico del Chileno Adolfo Torres hay una certeza: La necesidad, la estrategia de sobre vivencia. No reconoce fronteras y nos devela semejantes, iguales tanto en seres humano. Esta es la identidad que como americanos queremos destacar. La fraternidad nos eleva como personas, en un continente,donde aún la pobreza es una deuda moral. Este arte nos obliga a no olvidarlo.

Flora Vilches

/ Museo Arqueológico R.P. Gustavo Le Paige, S.J./ Universidad Católica del Norte

En medio del desierto más seco del mundo se asoman los verdes oasis del salar de Atacama. Desde tiempos prehispánicos sus habitantes han complementado la generosidad de la pacha con alimentos de ambientes más lejanos. Comer, entonces, ha sido el sabroso pretexto para intercambiar ingredientes y con ello diversas tecnologías y formas de pensar. La olla común de Adolfo, en Pleno siglo XXI, encama la sentida vigencia de esta solidaridad andina. Apelando a todos los sentidos, Adolfo fusiona alimentos con creencias, acrílicos con cucharones y recortes con salsa soya para el deleite de todos. Qué estética más propia del oasis de San Pedro. En esta comunidad dinámica por excelencia transitan y conviven todo tipo de personas convirtiendo su aislamiento en algo relativo .Entre chañares y algarrobos, nos aprontamos para saborear la gran olla común que es San Pedro de Atacama.

Esteban Cabezas

/ Periodista y Crítico Gastronómico.

Como bien dice uno de los mejores historiadores de la comida, Felipe Fernández-Armesto, el microondas nos está robando el aspecto comunitario del comer. Sin fuego de por medio, la electricidad nos ha vuelto solitarios en vez de solidarios frente al plato de comida. Por eso vaya al rescate de Adolfo de ese espacio común, uno que no necesita historiografía porque no es hecho del pasado. El registro aquí es como una instantánea: el objeto no deja de moverse ni posa para la cámara. Además no hay pose-en general-, porque este es un hecho de la periferia, ajeno a las modas, que recurre a la “fusión” de sabores no por onda, si no por necesidad ( porque ”es lo que hay” ).Que rescata la vuelta a la sencillez que todos “redescubren” hoy-, exclusivamente porque hay que cocinar para la comunidad, siguiendo las costumbres y con las recetas que logran mayor consenso. Por eso este registro es como una patada al microondas. Y es, también, un poco más de leña para el fuego de la olla. La común y sin corriente.

Rodrigo López Cantero

/ Licenciado en Literatura.

Partimos con unas embriagadas conversaciones en la ribera norte del Mapocho .Insertado en los entornos del barrio La Vega o de la antigua Chimba y allí llegamos a concluir que lo profundamente popular, un petrificado estilo sudamericano y tan criollamente orgulloso de su humildad se hallaba en estos rincones de Recoleta y sin duda alguna en el sin fin de esquinas y vereditas alegres de esa Lima tan antiguamente mimada y tan desordenadamente ordenada. En esas charlas de acento cata’ito y alardeando de modismos chilenistas se resolvió llevar la nuestra impresión de lo popular a la ciudad polo recargada y exagerada de la estética angustiada de este lado de Los Andes. La idea era exportar desde Santiago una obra consagrada (Jorge Lankin), la idea era también llevar una obra en vías de consagración pero desarrollada (Adolfo Torres), además incorporar el ingrediente peruano con un sazonado “LU.CU.MA”, condenado y rehabilitado e invitar a la capital del Perú a una muestra de lo lúdicamente sucio y del Chileno-Peruano profundo. Algo de realismo sucio de la ribera del río madre (Lituma). Así fu que desde el Mapocho que sin duda, debe ser uno de los ríos más contaminados del planeta y desde los Andes, los sagrados Andes, llegamos al Rimac a servir la mesa. No ofrecemos nada sofisticado porque en los detalles nos perdemos, nada exclusivo porque nos faltan las lucas y nada fino porque aquello nos incomoda. Solo una gran olla común para integrarnos y para que, en fin y en verdad, la pasemos bien. Así es mejor. Por el motivo de la esquiva unión de nuestras tierras invitamos a todos los comensales y observadores a que, como dice Lucho Barrios, nos demos un abrazo por el Mapocho y el Rimac.